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martes, 28 de junio de 2011

CISNE BLANCO, LAGO NEGRO

            Thanh Nien, próxima al mausoleo de Ho Chi Minh, es una carretera que divide el lago del Oeste de Hanoi y forma la ensenada de Truc Bach, una superficie en que las luces de los restaurantes provocan reflejos ondulantes, la gente pesca, mira el lago y vende molinillos de colores para los niños. Al atardecer, una manada de cisnes blancos a pedales, surca la superficie con rumbos cambiantes, a capricho de padres e hijos. Por la noche, los cisnes se vuelven negros, y refugian a parejas que comparten una intimidad a prueba de mosquitos, y ajena a la muerte. El amor romántico ignora a la dama negra, y por eso a veces la encuentra. No conozco lugar en el mundo donde los cisnes de pedales naveguen en las nocturnas aguas de un lago, en un país en el cual gran parte de la población no sabe nadar. La conciencia del riesgo aumenta con la edad, y Vietnam es un país de gente joven, muy joven. Más de 40 personas mueren cada día por accidentes de tráfico en este país que los japoneses invierten fondos en educación vial y construcción de carreteras. El gobierno quiere grabar la compra de vehículos con un impuesto que podría oscilar entre el doble y diez veces el precio de compra, "para limitar el incremento de vehículos circulantes”, pese a que en el Ministerio de Justicia levantan voces opuestas, alegando que atenta contra el derecho a la propiedad privada. También quieren multar a la sobrecarga de vehículos, aunque la motocicleta sigue siendo el vehículo de transporte familiar. Pero el paisaje que domina son motos con cinco pasajeros, los niños sin casco, sobrecargadas como hormigas, o que circulan a toda velocidad por las aceras (pobres peatones), los conductores hablando por teléfono, con cascos de juguete, y la mínima presencia, tan urgentemente necesaria, de transporte público.



lunes, 6 de junio de 2011

TAXI DRIVER, CUANDO LA PRISA MATA

          Tomo un taxi. Se incorpora a la circulación sin mirar. Un golpe metálico. Una moto bajo las ruedas. El taxista espera, dubitativo; mira por fin, un poco tarde. ¿Saldrá a comprobar que ha pasado? No tiene prisa. El taxímetro no corre si el coche no circula. Peor para él. Sale y ve como otro hombre ayuda a una mujer a levantarse del suelo. La moto no se ha roto. La mujer tampoco. Ni hola, ni lo siento ni adiós. Seguimos circulando. El claxon no para. El aire acondicionado me agrede. Los pasos de peatones no existen en la mente del conductor. Me temo que los peatones tampoco. Las motos sí, porque obstaculizan el tráfico. Los taxímetros se mueven a diferente ritmo según la compañía y el conductor. Hay que buscar compañías honestas, pero nadie está a salvo. Cuando tengo prisa tomo un Xe Om, un moto-hombre, o literalmente, moto-abrazo. Las moto-taxis son más rápidas que los taxis, porque circulan sobre las aceras, más baratas, más peligrosas. No llevan retrovisores. No miran. Salgo del taxi, congelado. Se me empañan las gafas por la humedad y la abismal diferencia de temperaturas, de la nevera al horno.
La conducción vietnamita refleja su carácter, o su escala de valores. Tú no me importas. No existes en mi mente. No tengo que hacer cola. Tú no estás ahí. Solo yo, yo, yo y después yo. Tal vez sea un estado previo al amor al prójimo. Primero necesito estar colmado para empezar a repartir. Buen principio en un país comunista, al menos en los carteles de propaganda, de diseños tan desfasados como la simbología que los adorna, porque la ideología, en la calle, no existe, o en todo caso, se llama prisa y dinero. En medio de ese mundo que se acelera cada día, de tanto en tanto, una vieja con la cara arrugada como una pasa, con la boca como un monedero de nuestra abuela, un diente arriba y otro abajo, lo justo para cerrarla sin que la abra el viento, bajo un sombrero de paja y vestida de colores intensos, circula en bicicleta, a cámara lenta. Transporta flores o fruta, pero también silencio, paciencia, perseverancia, humildad, y una sonrisa inagotable, la mueca afable del que lo ha comprendido todo o del que cree que no hay nada que comprender, solo vivir, seguir viviendo.